Reseña bibliográfica

 

Lasanta, T. & Pueyo, Y., Eds., 2018. 75 Aniversario del Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC). Del Pirineo al estudio de las montañas del mundo. Consejo Superior de Investigaciones Científicas: 581 pp., Madrid.

Copyright: © 2019 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0).


Del pirineo y del Pirenaico

Me encuentro a Teodoro en la entrada al jardín.

—Pedro ¿Has leído el libro?

—Claro.

—Por qué no escribes una reseña para la revista.

—Teodoro, yo escribo relatos fantásticos.

—Pero es que el IPE es fantástico. —Añade su acompañante.

Así que, no me quedó más remedio y aquí me tenéis.

Un amigo, ante mis dudas y pudor de escritor aficionado me aconsejó que escribiera, escribiera y escribiera. Y me contó la siguiente historia que no sé si es anónima o tiene autor conocido, si así es, me perdonará que no lo cite pues lo desconozco.

Tres intelectuales están presos en una celda, aislados, con lo más elemental para sobrevivir. No tienen papel ni lápiz. Deciden inventarse una novela fantástica, la mejor. Cada uno memoriza un capítulo según van tejiendo la historia. Después de varios años, la novela está acabada; poco antes de salir de la cárcel uno muere, otro pierde la razón y la memoria, y el tercero, ya en libertad, se sienta a escribir. Pero solo conoce un tercio de la historia, así que, la mejor novela del mundo no está escrita.

Solo queda lo que está escrito.

Del Pirineo al estudio de las montañas del mundo, está escrito, y es el recuerdo y la memoria. Este libro y otros muchos deberían llevar un subtítulo: “Lo que no debemos olvidar”.

A la vida, a las cosas y a la gente nos tenemos que acercar con cordialidad y con agradecimiento. Leonard Cohen, uno de mis referentes, en su discurso de la entrega del premio Príncipe de Asturias, hablando de su guitarra dice: Y olí la fragancia del cedro, tan fresco como si fuera el primer día. Y una voz parecía decirme: “eres un hombre viejo y no has dado las gracias, no has devuelto tu gratitud a la tierra de donde surgió esa fragancia”. Así que vengo hoy, aquí, a agradecer a la tierra y al alma de este pueblo que me ha dado tanto. Porque sé que un hombre no es un carnet de identidad y un país no es solo la clasificación de su deuda…Y si uno quiere expresar la grande e inevitable derrota que nos espera a todos, tiene que hacerlo dentro de los límites estrictos de la dignidad y de la belleza.

¿Por qué cito a Leonard Cohen? Porque la actitud y la mirada con que nos acercamos a un objeto, a un libro, a un jardín, cambia la percepción y el sentido de aquello a lo que nos acercamos.

El jardín ha sido considerado como morada de dioses, remanso de paz, seno materno; también signo de poder, de riqueza, el dominio de la naturaleza por el hombre, expresión de arte, lugar de dulce paseo, de apacible charla. Pero el jardín lo llevamos dentro, si entras cansado y satisfecho sus sombras te resultarán frescas y amables. Si entras temeroso o triste o resentido, te resultaran frías, oscuras, acechantes. Si entras arrogante, quizá alguna tela de araña se cruce en tu cara y manoteando sin sentido salgas huyendo. Si entras ilusionado Tal vez encuentres un beso robado.

Del Pirineo al estudio de las montañas del mundo es historia y futuro. Es un jardín, de ti depende cómo te acercas a él.

Y para no cansaros con las historias del abuelo cebolleta, terminaré parafraseando la famosa película de Sydney Pollak: “Leed, leed, malditos”.

Pedro Gracia